sábado, 9 de junio de 2012

No rendirse jamas

Una vez terminada oficialmente la 2° Guerra Mundial, sucedió que hubo algunos que no se dieron por enterados, sobre todo los japoneses que estaban en las islas del Pacifico (océano que en esa época no hacía honor a su nombre).

Esto paso porque en la ofensiva los norteamericanos avanzaban dejando algunas islas sin atacar ya que no suponían un problema para la retaguardia y por el contrario si la hubieran atacado se habría perdido mucho tiempo y tropas. Así, los soldados japoneses que defendían sus guarniciones quedaron sin contacto con sus líneas de abastecimiento y con la última orden dada de "resistir".

El teniente Hiroo Onoda siguió la orden de "mantenerse en su puesto aun cuando la unidad de mando sea destruida" dada en 1944 y siguió con su última orden hasta 1974 y es quien tiene el record de esta extraña especialidad mezcla de obediencia militar y supervivencia extrema.

Casi, muy pero muy cerca del teniente Onoda en cuanto a record de tiempo, estuvo el soldado Soichi Yokoi, quien permaneció en la isla de Guam durante 27 años.

Cuando en Japón se enteraron de que aun había un soldado japonés que no se había rendido estallo una ola de admiración. Los medios y un Japón ávido de encontrar una personalidad (una actitud, una forma de ser) después de la Guerra se encargaron de que para cuando Yakoi regresase a Japón fuese un héroe nacional.

Cuando llego al aeropuerto de Tokio una multitud efervescente lo fue a recibir y a aclamar. No obstante, el soldado regreso en silencio y bajaba la vista cuando un superior o un camarada se le acercaba para felicitarlo. Solo por respeto hacia un simple gesto con su cabeza. Cuando bajaron del avión y vieron la multitud se le ordeno al soldado Yakoi decir unas palabras.

Con la cabeza gacha avanzo hasta el micrófono y dijo "Regreso con mucha vergüenza, lamento no haber servido al Emperador de manera satisfactoria".

Las palabras del soldado Soichi Yokoi impactaron a todos, a tal punto que se las repitieron sin cesar. Incluso estas palabras se volvieron un dicho popular. Y es que a todos se les había pasado por alto una cosa, Soichi Yokoi era un soldado y en los manuales de guerra en los que se había formado figuraba la orden de no rendirse nunca y el soldado Yokoi la había seguido al pie de la letra (y lo hubiera hecho hasta el fin de sus días, de no haber sido porque fue "obligado" por las circunstancias).

 

Una cosa más, Soichi Yokoi regreso a Japón empuñando su fusil y se negó rotundamente a entregárselo a nadie. Solo rindió su arma ante "el Honorable Emperador". Antes de entregarle el fusil pidió que aclaren que él  jamás se había rendido.

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