viernes, 11 de enero de 2008

El año de dos mil ocho

Albricias pues! Vuelta a la vida en la cité Porteña. Monsieur Le Prof me acaba de enviar una tarjeta desde Zanzíbar. Se lo ve bronceado, feliz, orgulloso de su trofeo, que cuelga de su caña Sugar Cane sprint con reel Escualo computarizado: un celacanto. Debería denunciarlo porque él bien sabe que es una especie en extinción (a partir de ahora, extinguida por completo). Pero no. No voy a arruinarle su jornada.
Dejo la poco discreta postal, y miro a mi alrededor. Gaviotas por doquier. La playa. Un pañal. Una botella de sidra La Farruca. Perdón, iba a que... He decidido ponerle un título a este año.
Será el año del salto.
Como mágica conjura, como un antojadizo mantra, así lo he intitulado. "El año del salto".
Lo intangible del destino debería tener alguna geometría oculta, algun hilo que nos acompañe (sin en absoluto garantizar que lleguemos) al final del laberinto. Creí entonces que sería de ayuda este cartelillo: el año del salto. A dónde, no sé. Pero como dijo Albertito Einstein "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo". Parece un tipo inteligente, así que le hice caso.
Ustedes pensarán cosas lógicas como "se le saltó la chaveta", "qué fumó", "qué calor", "dónde están las manos de Perón", o "como habrá salido Racing", todos ellos cuestionamientos válidos y que acepto de corazón.
Si la vida fuera como el jazz, sería más fácil de entender. Los planes y objetivos, serían el jazz standard. El resto, nuestra forma particular de ver la vida, desde una prolija escala sin salir del modo hasta las disonancias más extremas, que son la improvisación, el alma de la canción. Así es como muchos quieren un jazz standard de sus vidas. Otros eligen la experimentación permanente.
A partir de esta simple comparación, queridos amigos, he decidido aumentar la apuesta. Mi intención este año es escaparme de la escala, todo lo que mi capacidad instrumental me permita.
Habrá quien se disguste con alguna disonancia. Pero lo que más importa es que necesito conocer estos sonidos que están guardados y quieren salir.
He escuchado voces que me han aconsejado de buena voluntad, ideas varias, buenas intenciones que me han ayudado. Pero llegó el momento de hacer sonar la música, sea cual fuere, sin consejos ni ayudas.
Me despido de ustedes hasta pronto. Acabo de recibir otra postal de M. le Prof, ahora exhibiendo un dodó de Madagascar. Quisiera mostrarle que es un Terminator biológico, el jinete del Apocalipsis de las especies. Pero no, después mejor.
Prefiero terminar mi trago. Otro Cuba Libre por favor!

1 comentario:

Monsieur le Professeur dijo...

No era el estupido dodo de Madagascar sino el sargento idem