sábado, 6 de septiembre de 2008

La música calma a las fieras

I.                  La música y los escándalos

 

La música esta hecha por seres humanos para ser disfrutada por seres humanos. Es por esta razón que le corresponden los universales de la sociología, de la psicología de masas. Hay veces que el público degenera y se torna violento, muchos analistas apuntan a que esto sucede por el tipo de música liviana y violenta como el heavy metal, u otros géneros modernos. Sin embargo este tipo de manifestación violenta del público sucede también en recitales de cumbia, de rock y, para sorpresa de algunos, también en el ámbito de la llamada música clásica (y que en realidad engloba bajo ese término la barroca, la sacra, las óperas y demás).

 

El último célebre escándalo fue el de diciembre del 2006 cuando en la Scala de Milan cuando el tenor Roberto Alagna, interpretaba el rol de Radames de la ópera "Aida". El tenor finalizo el aria "Celeste Aida" y se fue del escenario a causa de los chiflidos y abucheos. Tan intempestiva fue su partida que para que continúe la obra "agarraron" (no se me ocurre otro término) a Antonello Palombi, que es un cantante de ópera milanes, quien subió a escena en jeans (como se dice en el medio "salio al toro") sin siquiera tener tiempo de preparar su voz.

 

Curiosamente la figura en cera de este tenor ha sido puesta en el museo Museo Grévin al lado de la figura de Luciano Pavarotti. Lo curioso es que Pavarotti también fue silbado y abucheado, y para mas curiosidades en el mismo rol. La diferencia (entre otras) es que Pavarotti no se retiro de escena, e incluso después declaro para mi es el capricho de alguien que vino y volverá de ninguna parte (alguno traducen la declaración de Pavarotti como "se trato de alguien salido de un taller mecánico de la periferia"). Fue en el Metropolitan de Nueva York. Tal vez sea el último. "Nadie espera que un robusto tenor entrado en años luzca como el joven conquistador del ejército egipcio, pero al menos su voz tendría que sonar heroica", escribió luego Anthony Tommasini en su columna de The New York Times, justificando a los inadaptados.

No hay comentarios: