sábado, 27 de marzo de 2010

Deporte y filosofía de vida (primer parte)

En esta vida, es mejor dar que recibir

Un boxeador

 

 

 

Es un deporte que hoy en día es mal visto por muchos. Sus detractores proponen que darse golpes en un cuadrilátero es de salvajes, de hombres primitivos, cuando en realidad hay muchísimos deportes en donde sucede cosas parecidas (sin entrar a enumerar, piensen en los deportes de contacto o en los deportes marciales).

Hubo otra época en donde el boxeo no estaba mal visto y los chicos eran impulsados a practicar este deporte como una forma de cultivar el físico, el alma y al mismo tiempo de tener una herramienta de defensa en caso de necesidad, así como también una posible carrera laboral.

En un intercambio epistolar, Freud le dice a Einstein que no esta de acuerdo con el pacifismo propuesto por el célebre físico porque es reprimir la pulsión agresiva del ser humano. Y que es una obra inútil suprimir (intentar suprimir) la pulsión destructiva del hombre. Lo que hay que hacer (decía Freud) es canalizarlo, de forma tal que ese instinto violento no encuentre su forma en la guerra.

 

La noción de bien y mal, de bueno y malo, de correcto e incorrecto con respecto a este deporte se hizo demasiado rápido: séllese y archívese bien. Porque las pulsiones son todas indispensables, y es de la acción conjunta de ellas que se vive.

Tanto para las personas, como para las sociedades, es imposible vivir aislando una pulsión y reprimiendo la otra.

 

Como decía antes, en otras épocas se canalizaba ciertas "vocaciones" violentas en carreras deportivas. Esto proveía a personas de medios humildes la posibilidad de un futuro mejor que el provisto por el trabajo de obrero. Y proveía también de todo lo que provee un deporte que forma a chicos: el respeto a un reglamento, el esfuerzo personal, el sacrificio, el saber que siempre hay alguien que puede vencerlo a uno, que el combate (finalmente) es con uno y se trata de ganarle a la vida: vivir mejor, vivir satisfecho de lo hecho.

 

Para pelearse a las trompadas siempre puede haber una justificación, esta puede ser noble, vulgar, una justificación de la que podemos hablar abiertamente o de la que preferimos callar.

Mi padre era un gran aficionado al boxeo y con él he visto muchas peleas históricas. Muchas veces me hablaba de boxeadores famosos y me daba enseñanzas de ellos, pero no de como pelear, sino de filosofías de vida, de metáforas de la vida utilizando el box.

Recuerdo muy bien una, que me impacto, y que luego comprobé con la experiencia, me dijo que "Ringo" Bonavena decía que "todo el mundo te da consejos, del rincón te dicen pegale allí o acá, esquiva su derecha, subí la guardia, pero cuando la campana suena te sacan hasta el banquito y te quedas vos solo para enfrentar los golpes".

 

Quisiera contar en este blog algunas historias de boxeadores que, tal vez, no son muy conocidas, pero que vale la pena rescatar, ya que (a mi entender) cumplen con los principios éticos a los que un deportista, y que un ser humano sea deportista o no, debe aspirar.

 

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