jueves, 4 de octubre de 2007

Contacto en Francia




Y así fue como llegué a la Gare de Austerlitz. Una mañana distinta, deformada por la cantidad de emociones que necesitaba sublimar, cuanto antes.
Ansioso por devorar esta ciudad, salí disparado del tren.
De repente, apareció (a mi juicio, de la nada, es claro que es capaz de los trucos más atroces para confundir a sus lectores), Monsieur Professeur.
Sin su impecable bata blanca, ahí estaba, como un francés más, esperando sereno.
Olvidándome de viejos entredichos, me alegré de verlo.
Salimos apresurados de la gare, yo mucho más que él, que debía concurrir a su trabajo. Me llevó por una corta pero no por ello poco substanciosa recorrida a la Ville Lumière. Jamás estuvo mejor apodada una ciudad.
Creo que Monsieur Professeur hubiera querido descubrir por millonésima vez los secretos de París, pero supe y entendí que no podía contar con este guía de lujo. El partió, luego de trazarme en un mapa los lugares que debía visitar, y cómo llegar.
Ahora solo. Me lancé sobre las calles, caminé como jamás hube caminado. Partí a La Défense, y de allí mis pies llegaron al agotamiento sólo por la noche.
L´Arc de Triomphe, Champs Elysées, Montmartre, Les Invalides.

Por la noche llegué la Torre. Recordé las palabras de mi amigo hablándome sobre esta muestra de identidad inconfundible. (Ahora puedo permitírme llamarlo amigo luego que se retractase de la autoría de "BMP-2 en el tratamiento de seudoartrosis hipertrófica", publicado por mí en Universidad de Capetown).
Me había hablado de este símbolo, de esta mole inmensa que es más pequeña que todo lo que encierra.
Ví la torre de luz en la noche de París... Y como un chico, me enjugué una lágrima que no quise frenar.
Más tarde volví a ver al Professeur y a su mujer, sufrida mujer de un científico, conocedora de las letras y las artes.
Conocí la noche de París hasta que mi cuerpo dijo basta.
Al día siguiente sacamos a Saturno (extraño ser que no ha podido ser catalogado en su momento por Von Humboldt) a pasear por lugares de ensueño, un chatêau increíble, más paisajes, ciudades llenas de paz, un lago perdido donde dejamos pasar varias horas. Sentí el sosiego que hacía tiempo buscaba.
El otro día , luego de conocer Versailles, mis amigos me despidieron, creo que contagiados de mi alegría pueril por haber estado allí. Lamento no haber podido pasar más tiempo con ellos.
Me esperaba una recorrida relámpago por Cluny, Notre Dame y el Quartier Latin.
Tuve que irme de esta ciudad de fábula. Y digo tuve, porque no quise irme de allí en ningún momento. Jamás había sentido que una ciudad era exactamente como la ilusión que uno tiene de ella.
Cerca de ahí viven Monsieur Professeur y Carolina. Ellos saben que nunca olvidaré estos tres días en la Ciudad Luz.

1 comentario:

Monsieur le Professeur dijo...

Herr Profesorr!!!
Usted ha caminado entre voces y misterios de antaño. El verbo flâner le corresponde (pero mas en ciencia que en turismo).

Siga sin prisa, de aqui para alli. Al azar, o consensuadamente, el reencuentro sera una vez mas.

Por otro lado, le agrego mas a sus notas. En Paris, el Sena no une, sino que divide en dos partes de aire bien distinto : la Rive gauche y la Rive droite, pero ambras admirablemente conjugadas. Usted ya habra visto que no se puede renunciar a ninguna, en Paris, apenas se puede preferir una calle a otra, una Rive a otra. Pero enseguida se arrepiente uno, y se admira al instante siguiente. Uno se pasa de un costado al otro del Sena, de una calle a la otra, de una vereda a la otra, por cualquiera de los puentes, o galerias,y siempre se goza del doble paisaje urbano dentro de la ciudad que permanece simpre bella en el tiempo. Paris, la inmortal, la bella.