sábado, 13 de febrero de 2010

Una ópera en la rue Mofetard

Eran tiempos muy duros aquellos, hacía poco que habíamos llegado a Paris y no teníamos ni trabajo, ni amigos, nuestra familia estaba lejos y estábamos consumiendo nuestros ahorros. No obstante, era un aniversario importante y decidimos ir a festejar, lo único que podíamos hacer era ir a la rue Mofetard y comer un crêpe compartido.

Prolongamos un poco mas el paseo caminando ida y vuelta por la rue. En uno de sus extremos, el menos popular, comenzamos a oír a un tenor que ensayaba una parte de Rigoleto, creo. Nos atrajo la música como un imán (debería decir como la miel a las abejas) y a medida que nos acercábamos oíamos mas claramente y nos dábamos cuenta que no se trataba de un artista callejero con buena voluntad, sino de una voz muy bien educada, un tenor "de en serio".

Cuando estábamos casi descubriendo el lugar de donde venia la voz todo se silencio. Seguimos igual hacia allí y justo antes que nos pasemos otra voz (un barítono esta vez) comenzó con otra aria y levantando la vista dimos con los balcones bien abiertos de una casa en un segundo piso con el piano "asomado" y alguien cantando.

 

Nos dimos cuenta, allí, que se trataba de una reunión, un evento festivo, y tal vez un poco excedidos en alcohol, o animados por ese impulso que los artistas tienen, un grupo de esa reunión se había puesto a cantar por la ventana, pero lo hacían con un nivel altísimo, realmente digno del mejor teatro de esta ciudad.

 

Algunas mujeres (¿novias?, ¿esposas?) se acercaron tímidamente a la ventana y se ocultaron rapidísimo. Mi mujer y yo, a cada final de un aria, aplaudimos junto con las cinco o seis personas que estaban con nosotros. Luego alguien bajo, y mientras otro tenor (un tercero) cantaba otra aria, este que estaba en la vereda paso una gorra. Nosotros ya habíamos consumido todo nuestro dinero en medio crêpe y un agua para cada uno y solo teníamos el boleto de vuelta. Le dijimos algo sobre lo bueno que eran a quien estaba pasando la gorra y nos dijo entusiasmado " yo también cante, ¿me oyeron?" y le dijimos que eso nos había atraído hasta allí.

 

Finalmente los balcones se cerraron. Todos estábamos emocionados por el momento. Dimos media vuelta y comenzamos a descender la rue Mofetard, agradeciendo, mi mujer y yo, este gran regalo que nos había hecho (en palabras de ella) "el Universo".

 

-.-.-

 

 

La ópera es conmovedora como casi ningún otro arte, nos transporta a ciertos estados de ánimo y nos sumerge en ellos si nos dejamos embeber plenamente de ellos. La ópera puede conseguir esto cuando se conjuga al arte de excelentes autores, el arte de excelentes interpretes (no todos lo consiguen). Pero cuando esta conjunción cósmica se da hay una especie de explosión silenciosa y la magia se produce: uno es tocado en la fibra más íntima y es conmovido absolutamente.

Desde este blog he promovido mucho a incentivar esta felicidad, a que les pertenezca, a que la hagan suya. No se priven de lo bueno dejando que penetren en ustedes preconceptos.

 

Hace unos días, mi mujer me envió este video. Últimamente, lo reconozco, muchas cosas me hacen llorar, el hecho de estos cantantes haciendo ópera en un mercado me resulta conmovedor… pero el final, con ese cartel que uno de la compañía levanta es excelente. Lástima que tiene muy mal sonido, pero igual vale.

 

No se priven, escuchen ópera y verán como sí les gusta.

 

 

http://www.youtube.com/atenordelaopera

 

 

1 comentario:

Herrr Profesorrrr dijo...

Esos crêpes son simplemente sensacionales