sábado, 18 de septiembre de 2010

Un parrafo aparte

Alguna vez leí de un filosofo alemán una frase fuerte (a ustedes de juzgar la veracidad) : la buena opinión que tengo de mis congéneres, con pocas excepciones, se ve corregida a diario por ellos mismos, capaces de parecer imbéciles durante mucho tiempo e idiotas por tiempo indefinido.

De adolescente leí de Woody Allen esta otra: la ventaja de ser inteligente es que uno siempre puede hacerse el idiota, mientras que la inversa es totalmente imposible.

 

Hace unas semanas recibí unos comentarios sobre un artículo del blog de un anónimo en tono agresivo, peyorativo y demás etcéteras. Me molesto la poca intención constructiva (la nula intención) en la crítica y recordé esa clásica prepotencia argentina, esa intolerancia tan arraigada en el acervo nacional.

 

No obstante, mi obligación era investigar sobre lo que esta persona criticaba. Así lo hice, enviando un mail a un bibliotecario amigo. Este tuvo la deferencia de leer el artículo en cuestión en el blog, y enfrentarlo a los doctos textos de historiadores. Me dijo que los artículos del blog estaban "impecables", y que confirmaba lo que decía allí. Con esa respuesta había ya olvidado el tema y tenia mi conciencia tranquila, hasta que hoy recibí como regalo sorpresa un fajo de fotocopias confirmando los artículos que escribí y agregando otras versiones del mismo hecho de historiadores que yo le había citado en el e-mail. La muestra de afecto me emociono, pero también vi allí lo importante de la obligación de continuar algo.

 

 

 

¿De donde viene, entonces, toda la confusión? Muy simple, lo que había empezado a escribir era una serie de cuatro versiones del mismo suceso, contadas cada uno por cuatro historiadores diferentes. La idea era de mostrar que dependiendo de quien contara la historia y sus tendencias políticas el resultado variaba.

 

Mi amigo bibliotecario me alentó a seguir con el blog y a terminar la serie (las fotocopias venían con una nota que decía "M. Le Professeur, su blog es un lujo, continúe!). Es mí deber para con los fieles lectores de Vesalius, para quien se tomo la molestia de comparar los datos históricos, e incluso para con mi severo crítico, el finalizar la serie. Una vez las cuatro versiones leídas, cada cual puede tomar la versión que le plazca y suponer que eso es la verdad absoluta y con ella ir a discutirle a cualquiera haciéndolo callar, o bien puede oír una quinta o sexta versión…

 

Ya terminare la serie cuando termine de organizar las fotocopias recibidas y luego de leerlas bien.

 

 

 

Hoy en la biblioteca, mientras descansaba un poco los ojos y masajeaba mi tabique aliviando el peso de los anteojos que porto desde hace un tiempo, mire un poco a mí alrededor mirando a otros lectores. Luego mire los anaqueles repletos de libros y mientras paseaba la vista de allí para aquí di con una frase que decía "ser un idiota ante los ojos de un imbécil es un placer voluptuoso de exquisitos". Estoy plenamente de acuerdo.

1 comentario:

HERRRrRrR PROFESORRGGGGG dijo...

No dudé un segundo sobre la seriedad de su artículo. Y mucho más me alegra que siga sumando lectores al blog, que a estas alturas creo es una rara avis en medio de tanta página opulenta y lleno de artificios informáticos.
Se refleja su amor por escribir, que entiendo complicado en medio de sus obligaciones. Le pido no deje de hacerlo, muchos seguimos (los amigos, los críticos y otros) con avidez las entregas. Un fuerte abrazo