martes, 25 de agosto de 2009

Sobre Amadeus, sobre Mozart y otros etceteras...

IV

Hay una escena en el film en la que Salieri prepara una obra para recibir a Mozart y este la ejecuta luego de memoria habiéndola escuchado solo una vez. El hecho de la increíblemente prodigiosa memoria de Mozart es cierto. Al menos para la música, que evidentemente la entendía de otra forma distinta al común general.

Esto, alguna vez, le hizo casi merecer las llamas del fuego infernal, paso inmediatamente a contarles. Cuando el joven Mozart contaba ya con 14 años sale, con su padre, de Salzburgo en dirección a Italia. Su padre Leopold, escaso de dinero, piensa exhibir a su hijo prodigio entre la nobleza e intentar recibir un encargo de opera.

Llegan a Roma justo a tiempo para la misa pascal dada en la capilla Sixtina. La ocasión era única, escuchar la Miserere Mei Deus, obra maestra de Gregorio Allegri. Esta obra que jamás fue ejecutada fuera del Vaticano se la interpreta solo durante la semana santa.

¿Por qué? Porque desde hacia 150 años los papas guardaban celosamente las partituras originales. ¡Nadie! tenía derecho a sacarlas y menos a copiarlas bajo pena de excomunión. Y si entre el público alguien era sorprendido tomando nota (esto de tomando nota nunca mejor empleado) se lo expulsaba inmediatamente de la capilla. El Vaticano nunca quiso que fuesen copiados los embellecimientos por encima de los acordes básicos por lo que los cantantes se veían obligados a memorizar estos adornos. A diferencia de otras obras similares, donde los solistas improvisaban los mencionados embellecimientos, en esta se encontraban escritos pero la oscuridad de la iglesia, unido a la necesidad de salvaguardar su pública difusión, impedía cualquier lectura directa de la protegida partitura. La composición era considerada una joya exclusiva de la Capilla Sixtina.

Y allí estaba Mozart sentado tranquilamente al lado de su padre, luego de recorrer con éxito Florencia, Siena, Orvieto y Viterbo… sin olvidar, claro, a Bolonia, donde dejaron completamente alucinado a la mayor autoridad italiana de teoría musical del momento, el padre Martini, quien al escuchar una improvisada fuga interpretada por el genio (adolescente) de Mozart no dio crédito a sus ojos y oídos e invitó a los Mozart a volver a verlo.

Decía que allí estaba sentado el joven Mozart en la Capilla Sixtina, sin perder un instante del concierto. Una vez en el cuarto del hotel, o posada donde se hospedaban, no conciliaba el sueño recordando la representación, sobre todo esa nota tan particular, ese "do" que solo un castrati podía ejecutar. Así que, se pone a escribir la partitura de memoria, recordando lo que había escuchado. Mas tarde, vuelve a escuchar el oficio del viernes santo con la copia sacrílega enrollada en su sombrero y realiza solo alguna que otra pequeña corrección.

Enterado el padre, escribe una carta dirigida a la madre y hermana de Mozart informándoles de la proeza. Éstas, asustadas, contestan a vuelta de correo acerca del presumible sacrilegio en que han incurrido y les advierten de la pena de excomunión que podría recaer sobre ellos si las autoridades eclesiásticas se enterasen de tal ¿despropósito?… El padre de Mozart, en una siguiente misiva, logró calmar los escrúpulos de su esposa e hija… pero la copia ya había salido del las exclusivas manos del Vaticano y es solo cuestión de tiempo para que se difunda.

 

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