martes, 18 de mayo de 2010

Joven doctor Diego (un filosofo del derecho)

Alguna vez, detrás de su enorme escritorio de ébano en su fastuoso estudio de abogacía, mi estimado amigo, el joven doctor Diego M.  me invito a una reflexión que hoy comparto con ustedes, sin su permiso (ya que él nunca lee este blog).

 

La persona que nunca ha hecho nada en contra de la Ley ni de las demás personas. La persona de bien que vive como si la justicia existiera tan sólo para cuestiones administrativas, si por alguna razón (razón que siempre aparece) o por esas cuestiones y vericuetos de la vida, algo lo lleva, de pronto, a tener que ver con ella, o a necesitarla por lo que es institucional y filosóficamente, le asalta un sentimiento de zozobra, de impaciencia, de furor, que se expresa en el convencimiento de que la justicia se basa más en la escasa y esporádica tendencia de los hombres a trabajar que en el empeño, la eficiencia y la perspicacia de la justicia teórica.

 

A lo que yo le conteste tomando mi copa de château Lafite Rothschild:  

Convencimiento que tiene su parte de objetividad, mi estimado doctor… más o menos según los momentos, más o menos según los países.

 

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