domingo, 9 de mayo de 2010

Un anatomista (parte 3)

Si bien es cierto que desde la antigüedad ya se conocían las piedras con forma de valva y desde esa época que se hablaba de criaturas marinas en las montañas, nadie había logrado explicar como fueron a parar allí, tan alejadas del mar. ¿Cómo era posible que pudiera haber conchas fosilizadas en lo alto de una montaña? Y más difícil de explicar: ¿cómo era posible que se hubieran incrustado en la roca? Fernando de Medici no tardo en picarle la curiosidad cuando Steno le proponía estas cuestiones y sin dudar financió todas las expediciones por la Toscana en las que Steno recogía fósiles y estudiaba los lechos rocosos.

En aquella época hubo muchos que criticaron a Fernando de Medici explicándole que Steno era un charlatán de ridículas teorías. Que incluso si se quiere pensar que sus teorías son ciertas tiene que remitiese al campo de la medicina y que Steno no hace mas que robarle dinero con sus excursiones. Muchos le explicaban a Fernando de Medici y al mundo que esas piedras en la montaña eran reliquias de un monumental diluvio, quizás el de Noé y su arca. A lo que Steno (que creía profundamente en la religión) contestaba que en algunos lugares había tantas que parecía poco probable que tuvieran su origen en un único diluvio (esa respuesta, decir "poco probable" y no "imposible" es una clara muestra de su naturaleza de científico). En aquella época los eruditos de la Biblia decían que la creación de la Tierra se remontaba a 6.000 años según el Génesis. La explicación más probable del fenómeno era, entonces, que no eran más que piedras que habían crecido en la tierra.
 

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