martes, 24 de abril de 2007

Kout Zam (Coups de feu)

A quienes deseen recorrer Gonaïves, deben saber qué cosas pueden esperar.
Sin pretender soprenderlos como hace el Professeur con las historias de sus viajes por el Viejo Continente, puedo decirles que este extraño mundo se ofrece inhóspito, mas no por ello poco interesante.
Subiendo y bajando al ritmo de los baches, uno se abre camino entre los autos que manejan más con la bocina que con el volante. El choque es inminente cada dos o tres segundos, aunque los tap tap están bendecidos por las inscripciones de sus carrocerías (Dieu est Grand, Merci Bon Dieu...), que evitan una catástrofe en cada esquina.
Poco ha dejado Francia aquí... El francés se diluye en el krèyol, pleno de onomatopeyas y bizarras conjugaciones de verbos. Las construcciones más antiguas se transfiguran en el extraño estilo haitiano de la herrería de obra, desdibujando el estilo colonial. Lo que no se llevaron los franceses, se lo llevan los huracanes.

Pero lo apasionante es descifrar a estas gentes.
De mirada esquiva, cargan las más diversas cosas sobre la cabeza. Los más piden comida aunque tengan, quizás el legado de un infame pasado.
O Quizás porque viene otro huracán pronto.
Miradas de chicos por doquier, que sonríen porque sí, y eso seguramente es un legado de un pasado, ya no infame. Se apiñan bajo las luces de la plaza de Gonaïves para estudiar, para prometerse a ellos y una familia un futuro mejor más alla de Malpasse ("el mal paso"?).

Verdaderamente el "enemigo" es muy distinto al que me contaron, o me imaginaba.

1 comentario:

Monsieur le Professeur dijo...

Supongo que el buen dios tiene tanto trabajo dirigiendo el transito que descuida levemente otros asuntos. Es como lo que se dice de Argentina "lo urgente tapa lo necesario".