jueves, 15 de octubre de 2009

El rigor científico, la minuciosidad de las mediciones, los pequeños cambios en los resultados experimentales y la validez de una u otra teoría (o de ninguna de ellas) primera parte

"El arte de vivir consiste en desechar lo banal y falso,
en crear consigo mismo y con los demás seres, uniones 99.9% humanas,
crear cualidades que no tengan definición posible.
Si no conseguimos hacer esto con nuestra  propia vida,
no me parece que seamos algo mas que un trozo de piedra que rueda en un barranco y que solo por su dinámica de movimiento se piensa que esta viva y que avanza."

Herr Profesorr, Cirugía del Alma,

(ed. Haedo, 1984)

 

 

 

I.

Lo que me llevo a tomar contacto con el Doctor Samuel B. Atlántico fue en gran medida una concatenación de casualidades. Si las contaría, podrían ustedes pensar que falto a la verdad y que es una historia urdida por algún aficionado a lo insólito. Ruego entonces, me eximan en este momento de relatar esa serie de extremos, menester que ya satisfaceré en otro momento.

Por ahora solo les cuento que lo conocí hace unos cuantos años, cuando tenia pelo largo hasta la mitad de la espalda, vestía un pantalón hippie y una remera bastante usada. Y pese a que exteriormente uno podría pensar que no tenía verdadero aspecto de científico lo era de la forma más cabalmente posible.

Alguna vez, luego de una agradable cena y tertulia posterior, nos quedábamos charlando con mi mujer y decíamos que Sam era el modelo de lo que debía ser un científico. Genial hasta en los detalles mas nimios y nada pretencioso o (como se dice vulgarmente) engreído. Con un delicado buen gusto (salvo para vestir y para los perfumes, lo que es una verdadera ironía dado el tema de su tesis doctoral). Profesionalmente siempre trataba de encontrar problemas de primera importancia con los que disfrutar con su ingenio en la búsqueda de la respuesta. Su aproximación experimental estaba marcada por el estilo y el buen juicio.

 

De estatura media y flaco, tiene un rostro que luce siempre una amable media sonrisa como un agradable gesto de amistad. A veces la cambiaba para hacer otros gestos mas exagerados, teatrales, para significar algo, las mas de las veces lo hacia cuando le tomaban una foto, o cuando uno lo cruzaba en auto. Así, es casi imposible verlo en alguna foto con su rostro "normal".

 

Tiene una mirada inteligente y siempre esta de tan buen humor que lo irradia y contagia a su entorno. No he dado con ninguna persona que lo hubiera tratado que no se refiera a él en los mejores términos y que a renglón siguiente comente alguna anécdota como muestra del tema.

Sé, que en el laboratorio donde trabajaba anteriormente aportaba caramelos que dejaba al alcance de quien quiera servirse. Sé también que facilitó la vida de científicos ayudándoles en todo lo que podía (prestamos, regalos, ventas de objetos técnicos e instrumental a precio ridículo, para citar algunas cosas). Y que también esa ayuda no se limito a la comunidad científica sino que se expandió a todo aquel a quien él puedo hacer llegar su ayuda.

 

Recuerdo que cuando lo conocí le pregunte si sus antepasados habían descubierto solo uno de los oceanos del mundo y me respondio que no, "pero eligieron el Atlántico porque tiene forma de "S", como la que lleva Superman en el pecho, que es la misma letra con la que empieza mi nombre". Yo agregue que Superman era norteamericano y que justamente el Atlántico separa Europa, donde estabamos, de América. Y me contesto "no los separa, los une".

 

Alguna vez discutimos sobre semántica y retórica. Me contó algo que yo no podia creer, algo demasiado fantástico como para decirle solamente "me parece improbable". Recuerdo que le dije "los científicos, al igual que el resto de la población, también son unos ignorantes cuando se los saca de su tópico de tesis. El hecho de conocer en profundidad un campo específico de la ciencia no implica automáticamente ser un sabio en cultura general, ni dejar de ser supersticioso, o tener una imaginación demasiado frondosa".

Ante mi desconfianza me dijo "es cierto, yo lo vi con mis propios ojos", a lo que le retruque, "válgame la redundancia". Se sonrió y me contesto "no es una redundancia, utilice esa construccion, tal vez con vocablos innecesarios, cierto, pero lo hice en favor del buen entendimiento de mi interlocutor" y levantando las cejas torcio un poco la caveza. Y luego continuo diciendo, "si hablas en teoria, desde un escritorio, tal vez exista redundancia, pero esta repeticion lógica de los términos al dar dos niveles del mismo enunciado, enfatiza lo que quiero significar", finalizo con cadenciosas pausas. Tal era su obsecion por explicar y no dejar cabos sueltos.

 

Paso ahora al relato de los sucesos que suscitaron esa pequeña discusión semántica, que en aquella noche en el "cavo" compartió con migo el Doctor Samuel B. Atlántico, mientras la noche rodaba sobre el château y las botellas vacías caían inertes al suelo.

 

 

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