sábado, 17 de octubre de 2009

El rigor científico, la minuciosidad de las mediciones, los pequeños cambios en los resultados experimentales y la validez de una u otra teoría (o de ninguna de ellas) segunda parte

II.

Como todas las mañanas, Sam miro fijamente el espejo y medito el afeitarse o no. Esperando ingenuamente que el espejo le devolviera una respuesta. Solo se ato el pelo igual que había hecho la mañana anterior. Casi al mismo tiempo sintió el estomago un tanto revuelto y un leve mareo. "Resaca", dijo en voz muy baja, "maldita resaca".

 

Sin quitar la vista del espejo, aunque sin prestar atención a lo que veía, intento recordar. Le pareció revivir el momento en el que depasaba el limite del tinto, de la absenta y de lo racional. Recordó una zambullida en el Estanque de los Ingleses a las 2 de la mañana y recordó intenciones de besos y lo negro de la noche.

Giro la vista para consultar el calendario, pero pensó que mejor era ignorarlo. Volvió a mirar al espejo. Tenía la impresión de que habían transcurrido miles de años desde ayer a la mañana. "La noche con su obscuridad y el vino con su voluptuosidad", pensó o murmuro. Ya hacia unos meses que se había sorprendido una tarde-noche en el laboratorio hablando solo y hoy en día no diferenciaba ya cuando estaba hablando de cuando estaba pensando. Pero le daba igual, de todos modos lo importante era a que conclusión llegaba y no como lo hacia.

 

Se hecho encima una remara unos pantalones de bambula y se calzó las sandalias. Marchó al laboratorio arrastrando la resaca, el malestar estomacal y la obligación de finalizar las ecuaciones de una vez. Otra vez llegaría tarde y su jefe lo miraría con recelo. Otra vez llegando a la hora en que los otros iban a almorzar. Otra vez a encerrarse en el "labo" e intentar que esa lista bien definida, casi ordenada y casi infinita de operaciones le permita hallar la solución.

 

Unas horas después, el jefe le diría "no olvides que en 4 días es la última fecha de entrega y esta vez, sino esta resuelto vas directo a la cárcel de Piranesi". Antes de cerrar la puerta le dijo "y nada de tautología ni dialelo". Sam miro la puerta cerrada y murmuro "Carceri d'Invenzione" y dijo a media voz, "como demostrar la imposibilidad del conocimiento verdadero", y pensó que ya le habían cambiado varias veces la fecha y que evidentemente esta seria la definitiva. Sin embargo aun no estaba todo listo. Ni todo, ni la mitad. Aun faltaba resolver demasiadas cosas. Decidió sacrificar ese fin de semana (después de todo la noche del jueves había estado ya bastante festiva como para agregar aun mas noches de juerga). "Un fin de semana sin juerga" pensó o dijo en voz baja. "¿Juerga es la palabra correcta?", pensó. Sería mas correcto decir "un fin de semana sin noches orgiásticas"... no eso me suena a sexo y no a fiesta. Bueno, la palabra fiesta también me suena a sexo... debería decir "un fin de semana sin reunión de amigos", pero eso me suena a una formalidad de traje y corbata.

¡En fin!, a seguir en el labo.

 

La noche del viernes al sábado fue corta, incluso lo sorprendió la luz que se filtro por la claraboya anunciando ya el día. Miró la cafetera que estaba vacía y salio a buscar café. Mientras caminaba por el pasillo seguía pensando en la fila interminable de ecuaciones. Caminando con la jarra en la mano iba diciendo (o pensando) por el pasillo "coseno de x-1 multiplicado por la resultante de b + 3...."  Cruzó en el pasillo a Haytan, colega suyo del laboratorio de al lado, que venia a ver los resultados del cultivo de anoche, el único que había en todo el edificio, aparte de él, quien lo saludo, a lo que Sam respondió "+1 sobre n-2 por n-1, hola buen día, todo a la raíz cúbica de..."

Y ese fue todo el contacto que tuvo con alguien. Cuando Sam volvió a mirar por la ventana se dio cuenta que era ya la noche. Se pregunto "¿que hora será?, ¿Será la hora de comer? ¿Tendre que comer algo?".

 

En el medio de la noche, o madrugada, rodeado de números y signos, Sam se vio a si mismo como un cabalista. Se sonrío y se pregunto si iría a encontrar las respuestas esenciales de la vida. Volvió sobre la ecuación y dijo "seno de n-1 dividido el arcano 22, menos coseno de n, sobre Semej...". Justo cuando terminaba de articular la ultima ecuación un repentino corte de  luz en el laboratorio lo desconcentro. Lo sorprendió el hecho de que no había luces que funcionasen, sean las del techo o sean las de los escritorios, sin embargo si había electricidad para los ordenadores, heladeras y todos los otros aparatos eléctricos que seguían funcionando. Sam pulso varias veces la llave de luz pero no obtuvo ningún cambio. Pensó que no importaba, que podía seguir con la claridad de la luna sumada a la de la pantalla del ordenador. Y volvió a la ecuación en la que estaba trabajando. Repitió la ultima parte como quien relee la ultima frase de un libro para tomar la inercia necesaria para continuar, solo que cometió un ligero error en la dicción, dijo seno de n-2 en vez de n-1 justo cuando la luz volvió tan súbitamente como se había ido. Sam hizo otra pausa para mirar la lamparita del techo. Mientras miraba la lámpara y se frotaba el mentón intento otra vez resolver la ecuación "seno de n-1 dividido coseno de Aleph elevado al cuadrado" en el preciso momento en el que cayo al suelo la cafetera. Sam se dio vuelta fue hasta el lugar y la levanto. Se fijo si quedaba algo pero todo estaba en el suelo. Miro en la taza y no había nada. Entonces chasqueo los labios y pensó que le vendría bien un poco mas de café. Salio entonces al pasillo para buscar mas café de la maquina, como lo había hecho ya a la mañana y al mediodía y a la tarde. Mientras caminaba solo, sabiendo que estaba solo en todo el laboratorio, vio una pequeña ratita correr a lo lejos. Primero pensó que la higiene del lugar dejaba bastante que desear, y luego pensó que podría llegar a ser la mascota de algún colega. También recordó los cuentos de cuando era chico, en donde zapallos se volvían carrozas, sapos en príncipes y las princesas dormían placidamente hasta que llegaba el beso del valiente caballero. Aquellas princesas despertaban en un beso, no como las del jueves en el Estanque de los Ingleses, que tal vez no eran princesas. ¡Pero tampoco estaban dormidas! ¿Si las princesas de los cuentos hubiesen estado despiertas se hubieran dejado besar? Dormir. Intento recordar cuando había sido la ultima vez que había dormido, y le pareció que hacia años que estaba despierto.

 

Entre tanto la jarra de café se llenaba, Sam pelaba una naranja y murmuraba. La ratita corría a sus espaldas mientras tiraba una que otra cosa y roía otra. Miro la cáscara de naranja y pensó en una loxodromia, miro la espiral del café y dijo "una hélice cónica". Pensó luego en los fractales y se dijo "es cierto, la naturaleza no hace saltos".  

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