martes, 13 de octubre de 2009

Sin ninguna gracia

En esta detención temporal del blog he aprovechado para leer algunos libros. Uno de ellos sobre Derecho (un tema que me apasiona, sin llegar a comprenderlo en los niveles de los titulares del estudio Muñoz & Muñoz, claro esta). Uno de estos libros fue escrito por un juez de instrucción y en él, el magistrado se queja de lo que el llama "la gracia de Dios" y no es otra cosa que la gracia presidencial. Este es un tópico muy interesante y a la vez increíble.

 

Digámoslo así, el presidente de la República (porque aquí no estamos hablando de cargos dictatoriales) en plena democracia, dispone en materia de gracia de poderes discrecionales superiores a aquellos de los que beneficiaron a los monarcas. Él puede, sin tener que explicar nada a nadie, e incluso sin que su decisión sea rendida publica, hacer pesar para un lado u otro la balanza de la justicia, borrar una pena, sea esta de la naturaleza que sea.

En republicas modernas, en los últimos tiempos, esta práctica a tomado una amplitud y una reiteración en su utilización hasta hora desconocida, permitiendo liberar detenidos, pero también permitiendo arreglar cierto numero de situaciones personales (desde perdón de impuestos de amigos, multas de transito impagas, etc. etc.).

 

Un libro escrito de forma amena, a veces bastante técnico, pero siempre sorprendente. Me impresiono la parte en la que el juez lo hace poner a uno en el lugar de quien lleva adelante un juicio como victimario, lleva adelante la producción de pruebas, presenta testigos, le paga a un buen abogado, en fin, hace todo lo necesario para que el victimario sea condenado. Un buen juez cumple con la ley y el criminal es condenado con sentencia firme… para luego ver que todo eso fue en vano porque el criminal es graciado por el presidente.

También me impresiono el desarrollo de un juicio en el que todos sabían que iba a terminar en "gracia presidencial" y sin embargo debían continuar con la "mímica" de justicia.

 

 

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