martes, 26 de enero de 2010

Pilatos: un precursor?

Mi mujer, primero, insistía siempre en que me lave bien las manos.  « ¡Por lo menos treinta segundos! », me remarcaba cuando yo estaba en dicho proceso. Muchas otras veces me contó la historia del médico que antes que Pasteur, ya intuía eso de los microbios e insistía con el lavado de manos. Tal vez ella es un poco fanática, y encima viene insistiéndome también en que escriba de esto en el blog.

 

Bueno, como entré en un terreno médico en el artículo anterior, continuo y saldo la deuda con mi mujer (pero antes de empezar me voy a lavar las manos).

 

Para contarles esta historia, tienen que permitirme que los lleve en el tiempo y en el espacio, las coordenadas son el actual Budapest. Una vez allí nos remontamos en el tiempo hacia principios del siglo XIX. Encontramos allí, en el antiguo Pest que vivía un médico oriundo de la otra orilla del río, de Buda. Estas dos ciudades que luego se unirían y formarían la "Perla del Danubio". Su nombre es Ignaz (Ignacio) Semmelweis.

 

Este hombre (pregunta al margen: ¿se puede llamar hombre a un médico?), y esto es siempre de acuerdo a lo que me contó mi esposa, rebajó del 96% a mucho menos del 1% la mortalidad de las mujeres que daban a luz en su servicio de obstetricia, por el simple hecho de lavarse a fondo las manos antes de atender los partos y guardar normas higiénicas elementales en el tratamiento médico de auscultación y operatorio.

 

Prepárense, entonces, para leer una historia increíble y para modificar su actitud con respecto a la profilaxis básica.

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