jueves, 19 de abril de 2012

Historia de una mujer

Sophia Kovalevsky nace en Moscú en 1850. Cuando era chica era una mas, sin nada que destaque especialmente. Cuando su familia decidió repintar y empapelar la casa donde vivía, no había ningún buen matemático en la familia así que no calcularon muy bien la cantidad de papel y dejaron las habitaciones de las niñas sin empapelar. Quisieron encargar más papel, pero resulto mas barato dejarlo así después de todo no hacía falta que el papel de estas habitaciones fuera especial, así que optaron por poner papeles viejos que tenían en el desván acumulado durante muchos años y en desuso.

Resultó que esos papeles contenían notas litografiadas de un curso de cálculo diferencial impartido por Mikhail Vasilievich Ostrogradsky (tal vez recuerden el teorema de la divergencia de Gauss-Ostrogradsky). Con esas hojas empapelaron la habitación cuando Sophia contaba con ocho años.

 

Como un placer casi hipnótico a Sophia le encantaba mirar esas hojas, le parecían jeroglíficos que debían significar algo muy sabio e interesante. Pasaba largas horas frente a ellas leyendo y releyendo lo que allí había escrito. Aprendió de memoria mucho de lo escrito. Mas tarde, cuando empezó a recibir clases de cálculo, su profesor se quedó sorprendido de la rapidez con que asimilaba los conceptos. "Tú los has entendido como si los hubieras sabido de antemano", le decía. La jovencísima Sophia revela un gusto por la ciencia y demás esta decir que depasa muy rápidamente a su preceptor, de suerte que su familia debe salir a buscarle otro.

 

Pero, su padre tenía prejuicios contra las mujeres instruidas y quiso que los estudios matemáticos de Sophia finalizaran inmediatamente. Y para esto dio claras y estrictas órdenes a su institutriz, quien vigilaba estrechamente a Sophia para que así fuera. No obstante, se las ingenio para conseguir el libro "Curso de Algebra", de Bourdon y por las noches, mientras los demás dormían, ella lo estudiaba con la poca luz que podía tener en la época.
 
Muy pronto no le alcanzaron los libros y su sed de conocimiento continuaba. La única forma de continuar sus estudios era en el extranjero, y solo se podía ir de la casa casándose. Sophia no dudo un instante y se caso (matrimonio "blanco") con un biologista nihilista.

Ilusionada se inscribe en la universidad de Heidlberg, donde le aconsejan, dadas sus capacidades, ir a Berlín y seguir los cursos del gran Karl Weierstrass. Pero alli un nuevo obstáculo se le interpone, Sophia no puede entrar a la universidad por el hecho de que es una mujer.

Sophia no se desalienta y continúa sus intentos de contactar al profesor Weierstrass. Un día, el profesor Karl Weierstrass, se quedó muy sorprendido cuando una joven señorita se presento ante él pidiendo ser admitida como alumna suya de matemáticas (¡una mujer!). Para colmo, esta jovencita habia entrado a un recinto, la Universidad de Berlín, donde no estaba permitida la presencia de mujeres. Pero la intensidad del deseo de Sophia por aprender de quien era considerado como el padre del análisis matemático moderno la llevó a pedir al maestro que si no podía asistir a la universidad, que le diese clases particulares. El profesor Weierstrass sintió cierta desconfianza por esta desconocida impertinente, pero prometió darle una oportunidad y, como prueba de ello, le entregó algunos de los problemas que tenía preparados para los alumnos más avanzados de su seminario de matemáticas. El profesor estaba convencido que la muchacha no podría resolverlos y luego de descorazonarse de su sueño de que las matemáticas son cosas que las mujeres pueden entender, no volvería por allí, así que se olvidó de ella. Solo una semana más tarde, Sophia llamaba de nuevo a su puerta para comunicarle que ya había resuelto todos los problemas. No la creyó, pero la invitó a sentarse a su lado para poder examinar las soluciones una a una. Una mezcla de miedo, asombro y éxtasis comenzó a nacer en el profesor cuando comprobó que no sólo eran correctos todos los resultados, sino que, además, la forma de resolverlos había sido aguda e ingeniosa.
 
Luego de esta tarjeta de presentación Karl Weierstrass no solo no la dejo, sino que se convirtió en su alumna predilecta. Junto a Weierstrass obtuvo su doctorado con 23 años e hizo tres artículos de investigación. En uno de ellos hizo una generalización del trabajo del francés Agustin Cauchy y ahora se le conoce como teorema de Cauchy-Kovalevsky, elemento básico en ecuaciones con derivadas parciales. También hizo contribuciones a la física en la teoría de propagación de la luz en medios cristalinos y "sobre la rotación de un cuerpo sólido en torno a un punto fijo", por el que recibió un premio de la Academia Francesa de Ciencias. Este era el mayor reconocimiento científico que le podían dar, así que para reforzarlo de intensidad, de grandeza, como para decirle que deberían darle más en vez de darle 3000 francos, como a su predecesora Sophie Germain, le dieron 5000.

 

Por sus tres memorias escritas ella obtiene el titulo de Doctor de la Universidad de Gottingen, y deviene la primer mujer en obtener este titulo en Alemania (a nivel mundial fue Maria Gaetana Agnesi, en Bologne en el siglo XVIII). Ella lo obtuvo por tres memorias, aunque cada una de las tres hubiera sido suficiente para una tesis (como lo afirmo Weierstrass).

 

Laureada regresa a Rusia, donde no encuentra los medios (o sea, no se los dan) de ejercer su metier de matemática. Sophia se había casado y tenía una hija, y las condiciones materiales de vida se hacen dificilísimas. Ella insiste en trabajar de matemática, pero su marido duda mucho de sus condiciones científicas y se suicida (el marido). Sophia parte a Paris sola, con su hija.

 

Lamentablemente para una mujer en la época no era nada fácil y Sophia « vaga » con su hija de un lado a otro buscando trabajo. En 1884 gracias a la influencia del matemático (y alumno de Weierstrass) Gösta Mittag-Leffler que ella obtiene un puesto en la Universidad de Estocolmo. Para olvidarse de ella y cumplir con Gösta le dan dos trabajos la convierte en la primera profesora universitaria en toda Europa aunque el puesto docente que se le ofrecía no era oficialmente remunerado; le pagaban sus alumnos a través de una suscripción popular. Por aquella época un periódico le dio la bienvenida llamándola "Princesa de la Ciencia", a lo que ella replicó: "¡Una princesa! ¡Si tan solo me asignaran un salario!"». La otra propuesta que le hace la Universidad es la de resolver un problema dificilísimo, a tal punto difícil que la Academia de Ciencias de Paris hacia ya 34 años que proponía un premio a su resolución, sin que nadie haya ni siquiera esbozado una aproximación. El problema era el estudio de la rotación de un cuerpo solidó alrededor de un punto fijo.  

Ya se imaginaran: Sophia lo resuelve.

 

Entre sus admiradores cientificos se encuentran Weierstrass, Poincaré, Chevichev, Hermie, Picard o Mittag-Leffler, Charles Darwin, Thomas Huxley, Dimitri Mendeleyev y Alfred Nóbel, la novelista George Elliot, el dramaturgo Heinrich Ibsen, el explorador, científico y diplomático noruego Fridtjof Nansen, el naturalista, filósofo, psicólogo y sociólogo británico Herbert Spencer y muchos otros personajes. La relación con ellos da cuenta de la relevancia que Sophía adquirió en los círculos intelectuales de la época.

 

Lamentablemente Sophia no disfruto mucho de sus triunfos ya que apenas llegaron una neumonía se la llevo a la edad de 41 años. Sus últimas palabras fueron: "Demasiada felicidad". Y ciertamente no podemos sino creer que fue cierto, que realmente tuvo esa felicidad, ya que Sophía había logrado transitar por todos los itinerarios que hasta entonces habían sido un privilegio masculino y absolutamente vedados a la mujer y escribió con letras y números el sentido de su propia existencia, mostrando que el conocimiento y la fuerza de voluntad se delinean también a través de una figura femenina capaz de dejar impreso en las páginas de la historia su nombre de mujer:

 

Señoras y señores, nos ponemos de pie para saludar a Sophía Kovalevskaya.

No hay comentarios: