sábado, 13 de agosto de 2011

El día Hongkonés

Chau Min Tang emprendió el camino desde su casa, en Tsuen Wan, hacia su trabajo en Wan Chai.
Limpió el sudor de su frente  con su camisa de mercadillo. En julio el calor hace especialmente dura la vida aquí en Hong Kong.
El camino lo llevó por dentro de uno de los malls que llevan hacia la estación de Tsuen Wan. Agresivos aromas a frito, a pescado y especias lo acompañaron hasta llegar a la estación.
Estación de final de línea, pero en una tranquila zona de Hong Kong. Allí se sentó y esperó el tren, que tardó lo que tarda todo aquí en suceder: segundos.
Más cemento, más grúas, más progreso. El paisaje al acercarse a Kowloon va transformándose en un entrevero de torres de vidrio sin alma, pero llenas de pequeñas vidas como la de Chau Min. El iba en la cápsula, a que se lo tragara una de esas torres.
Nada de tiempos aquí... Solo el tiempo de uno entregado a otros, pensó.
Se hundió en el asiento y miró por la ventanilla. Próxima estación, Hong Kong.


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