lunes, 22 de agosto de 2011

Savoir vivre

Como ya sabrán los antiguos lectores de este blog, cada tanto dedicamos algunas líneas, cuando no páginas, al arte del savoir vivre. Hoy quisiera dedicar unos momentos muy breves a la hora de tomar el té, que como sabrán hay tantas maneras de prepararlo que nadie se pone de acuerdo sobre cual es la mejor. Aunque si de mezclas se trata, y se toma té con leche, los exquisitos del tema jamás (repito, jamás) agregan leche al té. Eso es para la gente que no solo no sabe nada del tema, sino que tampoco tiene refinamiento. Siempre se debe echar primero la leche y sobre ella el té. De la misma manera, la leche debe ser fría y sin que previamente haya sido hervida.

Les explico el porque de esto. Los taninos, uno de los principales componentes del té, son los responsables de su sabor característico: amargo y astringente. Lo que e consigue al añadir leche al té es que los taninos se unan a las proteínas de la leche y así disminuir de gran manera su astringencia. Si se echa la leche sobre el té caliente, las proteínas de aquella se desnaturalizaran en parte perdiendo entonces la capacidad de enmascarar a los taninos. Al echar el té caliente sobre la leche fría se consigue que la temperatura aumente lentamente, dándole tiempo a la leche a realizar su tarea. De la misma manera, en la leche hervida, las proteínas ya se encuentran desnaturalizadas.

Tengan en cuenta, también que las aguas de fuerte mineralización no son buenas para preparar un buen té ya que precipitan (hacen desaparecer) muchos de los compuestos aromáticos del té.

Y de bonus track les cuento que La cafeína (3% del extracto seco) es lo que confiere al té su poder estimulante y en menor medida la teobromina (0,1 %) y la teofilina (0,005%) (Al menos así me lo dijo Sam).

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