viernes, 12 de agosto de 2011

Solo

Oscar Bonavena, se hizo a si mismo en lo que respecta a la promocion y marketin de sus peleas. Claro que mucho aprendió de Muhammad Alí en esa técnica. Fue él, el campeón argentino y sudamericano que mordió en una tetilla al estadounidense Lee Carr en los Juegos Panamericanos de San Pablo, en 1963. Después vino la descalificación de la Federación Argentina que lo suspendió. Por eso se hizo profesional en Estados Unidos y el 1° de marzo de 1964 debutó con una victoria por nocaut en el primer round ante el local Lou Hicks. Unos días antes, el 25 de febrero, Cassius Clay se convertía en un joven campeón mundial de los pesados tras su espectacular e impensada victoria ante Sonny Liston.


Uno era Muhammad Alí, el mejor de todos las épocas. El otro era el bocón de Parque Patricios, una especie de querido fanfarrón.

Alí había sido despojado de su título de campeón por su negativa a ir a la guerra de Vietnam, en 1967. Volvió en octubre de 1970 y le ganó a Jerry Quarry. Tenía 28 años. Ringo, también. Alí quería recuperar el sitio que le habían robado. Bonavena, ilustre derrotado de Joe Frazier (dos veces) y de Jimmy Ellis, y vencedor del alemán Midenberger, era bien conocido en Estados Unidos. Y fue, entonces, el rival elegido como trampolín para que Alí buscara ante Joe Frazier el título mundial de los pesados.

En la bravuconería previa a la pelea el porteño de Patricios usó toda la artillería de su repertorio, con toques de simpatía y golpes bajos de dudoso gusto.

Paseó con un toro por la Quinta Avenida de Nueva York en los días previos. Lo trato de gallina con coreografía incluida en la conferencia de prensa. Y Alí hizo como solía  hacer anunciar el round de la definición, esta vez eligió el noveno. Y Ringo se rió a carcajadas.

Esa noche del 7 de diciembre de 1970, hace hoy 40 años, el país entero estuvo en vilo. Desde Firpo-Dempesey, en 1923, ninguna pelea había despertado tanta expectativa. La evidencia la dieron las calles vacías y los 79,3 puntos de rating de la televisación que que fueron récord absoluto durante veinte años, sólo superado con los casi 82 del choque Italia-Argentina en una de las semifinales del mundial de fútbol de Italia, en 1990.

Era un combate preparado para Alí, Bonavena nada podría hacer contra este magistral boxeador. Las apuestas sólo se dividían según la vuelta en la que se daría el nocaut para el estadounidense. En Argentina una mezcla de temor y de fe en el milagro que Bonavena podía concretar. Después de todo, un mes antes, un desconocido boxeador (un tal Carlos Monzón) había dado el gran golpe de los medianos con su victoria fulminante ante Nino Benvenuti, el ídolo italiano, en la mismísima Roma.

Ringo fue digno ante un rival muy superior. Hasta que llego el 9° round, el round en el que Alí había prometido que lo noquearía. Ringo la guapeó tanto que estuvo a punto de derribarlo. Cayó Alí pero por el impulso de un golpe fallado.

Llegaron al último round. Gil Clancy, el téncio contratado y a los hermanos Rago, sus mentores de siempre le aconsejaron que mantenga la distancia, que tenia una chance por puntos. Sonó la campana y Ringo salto y fue a buscarlo ciego, Bonavena salió a jugarse en el round 15 a todo o nada, desoyendo todo lo que le habían dicho en el rincón. Heroico, pero terminó en la lona tras un cruce.

El árbitro no le exigió a Alí dirigirse a un rincón neutral. Se quedó al lado del argentino. Del rincón le gritaron que la pelea estaba perdida, que se quede en la lona, que ya no valía la pena. Pero Ringo se levanto, y Alí estaba al lado cuando el arbitro termino la cuenta y volvió a derribarlo. Desde el rincón le gritaban desesperados que se quede allí, pero se levanto, y volvió a ser derribado por Alí que estaba al lado. Fue nocaut por tres caídas. Y es lamentable, porque Bonavena hubiera merecido, al menos, terminar de pie.

Ringo Bonavena no fue para mi un buen boxeador. Pero quería hacer esta breve reseña, porque después, en una conferencia de prensa, le preguntaron porque desoyó a su rincón, que le había dado buenos consejos. Ringo contesto con una frase que me marco para toda la vida y que en mis primeros años de artes marciales, en los torneos, lo vi de una forma, pero luego, en la vida misma, tuve una lectura de esa frase mucho mas profunda, una verdad tan sincera que impresiona.

Ringo dijo: "Es todo muy lindo, te dicen mete la mano derecha allá, camínalo, mete el jab, mátalo y todo lo que quieras, pero cuando suena la campana te dejan solo y ni el banquito te dejan''

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