viernes, 26 de agosto de 2011

Pinzas

Estrategia perfecta

 

I

 

Por lo menos es la definición que me dio Jérôme (un oficial del ejército francés) cuando me contó la historia. Sea como sea, la Batalla de Cannae significó la peor derrota que sufrió Roma en toda su existencia y que, aún hoy en día, mantiene el dudoso honor de estar entre las  batallas más cruentas de toda la historia.

 

Entiendo que hay algunos que dicen que "todo es arte", pero de allí a definir una carnicería donde se mataron a cerca de 100.000 personas como una Obra Maestra… en fin, los tácticos militares son tan apasionados como puede ser cualquier mortal.

Bueno, viajemos al 216 pero al 216 a.C. justo, justo, en plena 2º Guerra Púnica (¿recuerdan? Esa guerra entre romanos y cartagineses). Aníbal, después de un increíble viaje a través de los Alpes (en el que todo el mundo estaba seguro que fracasaría) irrumpió para seguir la fiesta en la península Itálica y pese a que los romanos estaban seguros que lo vencerían a la primera de cambio, Aníbal viene vapuleando a las legiones casi como una diversión deportiva.

Así es como el pueblo romano se agarra un veneno bárbaro y así calentitos como estaban todos con las derrotas, al Senado Romano, no le cuesta mucho decidir echar toda la carne al asador juntando el mayor ejército que Roma había visto hasta la fecha. Así que juntan (entre legionarios y aliados)  un ejército unos 90.000 hombres, dispuestos a salvar la dignidad de Roma y aplicar un buen correctivo al invasor cartaginés pa' tenga y cuente. Para esto viajan a donde se encuentra Aníbal con sus tropas (unos 48.000 efectivos)  en el sur de la península, en Cannae cerca del río Aufidus.

 

II

Inmediatamente que llego el ejército romano a Cannae, Aníbal comienza a jugar su juego de estrategia: por medio de una serie de salidas y escaramuzas, siempre ganadas por los romanos, Anibal logra que el grueso del ejército romano se coloque exactamente donde él quiere logrando que hasta el más mínimo detalle del terreno o del clima juegue a su favor para contrarrestar la aplastante superioridad numérica.

El río servia de barrera para las legiones entorpeciendo su huida y su capacidad de maniobra. Aparte, los romanos tenían el sol de frente y, sobre todo, un molesto y constante viento que levantaba el polvo de las tropas cartaginesas hacia las filas romanas molestando muchisimo, y no solo en su visión.

Además, la impericia del cónsul Varrón también le da una mano a Anibal. Como el frente del ejército romano, por ser más numeroso,  supera ampliamente por los flancos al del ejército cartaginés, Varrón ordena que sus tropas se agrupen para hacer coincidir los dos frentes y concentrar todas sus fuerzas contra el centro de la línea enemiga. Las filas de los legionarios se juntan tanto que la falta de maniobrabilidad comienza a ser incomoda.

Pero acomodémonos en nuestras butacas porque Aníbal ya acomodo el tablero tal y como quería y va a dar comienzo a la función. Los romanos se lanzan contra el centro de las líneas enemigas que estaban en formación en "V" con el vértice hacia los romanos, lo que obliga a juntarse aún más a las tropas romanas. La falta de espacio se acentúa y la situación se vuelve mas que incomoda.

¡Buuuuum! El choque es brutal y el empuje de los romanos es imparable. Lo que no saben los romanos (envalentonados con ver como cede la "V" de los cartagineses, es que Anibal coloco en el centro a sus tropas más flojas, los que parecen no resistir el durísimo enviste romano.

A todo esto, por los laterales las dos caballerías se enfrentan y en este caso la experiencia y rudeza de la caballería cartaginesa, supera amplísimamente a la caballería romana que es derrotada o y escapa como puede y a toda velocidad.

Aníbal comienza a sonreír levemente mientras el vértice de su "V" ya no existe más y la posición de su ejército ahora se parece más al de una "I" horizontal. Por el otro lado, el cónsul romano mira el "pequeño" detalle de los laterales derrotados y huyendo a toda prisa y no da importancia mientras vuelve a mirar el centro de la batalla y se deleita con el empuje de sus legiones. ¡Que puede importar que la caballería en los flancos sea derrotada!

Aníbal mira a la distancia y su sonrisa se acentúa mas, porque a medida que el centro cartaginés retrocede, los flancos formados por los duros soldados africanos avanzan envolviendo a las legiones romanas y haciéndolas entrar en una especia de bolsa que  comienza a cerrarse y empuja a los soldados romanos cada vez más hacia el centro.

 

III

Lo que pasó después lo podemos resumir como lo que pasa en las batallas cuando la táctica de jefe se da a la perfección y su ejército esta en el clímax del calor de la batalla: cuchilladas, golpes y sangre.

Para darles una idea de lo que paso, les cuento que se calcula que en esta trampa, que duro horas, hasta la puesta del sol,  murieron a razón de 600 legionarios por minuto… algo así como 10 legionarios por segundo!

De los 87.000 romanos que participaron en la batalla  unos 75.000 fueron muertos o hechos prisioneros, el 85% de las tropas (contra 6.000 muertos y 10.000 heridos cartagineses).

Como imaginaran, cuando llegaron los mensajeros a Roma (que esperaba la noticia para la gran fiesta de la victoria) el trauma fue total. En la batalla habían muerto entre otros 80 senadores de los 300 que formaban el Senado y no había persona en la ciudad que no lamentara alguna víctima entre sus familiares, o amigos, o en ambos.

 

IV

No piensen que las tácticas militares, por ser viejas, pasan de moda. Esta táctica de Aníbal,  hoy se la conoce como el "movimiento de pinza" o de "doble envolvimiento" y, por ejemplo, fue puesta en práctica en tiempos modernos aunque a una escala mucho mayor, como en el caso del general Norman Schwarzkopf (espero haberlo escrito bien) en la Guerra del Golfo o el general alemán Alfred Graf Von Schlieffen durante la I Guerra Mundial con el plan que lleva justamente su nombre y debería llevar el de Anibal: Plan Schlieffen.

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